Existe un mito antiguo sobre la fundación de este planeta. Cuentan que Tatewari, abuelo fuego, fue en busca del venado; intentó hallarlo por el norte, por el sur, por el este y el oeste y, cuando no fue suficiente, buscó arriba y abajo. Pero no fue sino hasta llegar a la tierra de Wirikuta, cuando se dio cuenta de la razón por la cual no lo había encontrado: no había buscado en sí mismo, en el centro. Los siete lados del hombre definen la cosmogonía de la humanidad. Es tal su importancia en nuestras vidas, que resultan motivo de adoración. Por este motivo, Mezcal Buen Viaje decidió conmemorarlos en una edición especial de siete botellas, cada una con un espíritu único, como únicos son los caminos del hombre.
La ceremonia de bendición de las siete botellas destinadas a dar ofrenda a nuestro hermano el venado se hizo bajo el Sol, con la intención de agradecer y pedir por nuestros hermanos y todos aquellos que en el camino tomarán de este mezcal presentado ante los dioses. En ella participamos siete hombres. Llegamos caminando entre una vegetación tan densa que nos hizo recordar la profundidad del océano. La última persona en sumarse a este viaje místico abordó nuestra camioneta en San Luis Potosí.
“El Marakame cantó al cielo sus oraciones derramando en la tierra la bebida ceremonial”.
Hicimos un semicírculo y cavamos un hoyo, como si fuera una madriguera. El chamán wixárika nos indicó que justo ahí debíamos hacer nuestra ofrenda a la tierra sagrada en la que nos encontrábamos. El canto del Marakame elevó al cielo las oraciones mientras derramaba en la tierra la bebida ceremonial. Ofrecimos velas, galletas de animalitos, chocolates, cintas de colores y objetos personales; cerramos los ojos y ofrecimos también el corazón. Dejamos salir lo que cada uno llevaba en el alma para ser escuchados por el Gran Espíritu. Hicimos la conexión.
Es el espíritu vivo del pueblo wixárica, tradición que honra al venado y al peyote, tierra que humedecimos con mezcal. La peregrinación sagrada implicó una larga caminata, peligrosa y mística, que nos enfrentó a la dureza del desierto y el peso de nuestros artefactos de sobrevivencia.
El venado se hizo presente y le pedimos fervientemente que, con su poder, intercediera por los hombres frente al resto de los dioses.
Por la noche, con la intención de obtener la protección en el reino lúgubre de la Luna, el abuelo fuego alimentó a los dioses durante las horas oscuras, cuando el hombre es vulnerable. Dirigimos nuestras lámparas al pecho para ver nuestros rostros por última vez antes de iniciar el rito.
La oración sagrada del chamán se enfocó en pedir la presencia del venado, nos pusimos de pie, hicimos oración y el viento nos recordó que nunca estuvimos solos. Las pisadas se dejaron oír poco a poco en nuestros corazones; el venado llegó con la sabiduría de la tierra, nos mostró el camino a la Luna, nos platicó historias en el fuego; el gran árbol, que por la mañana era un desconocido, se convirtió en el ancestro sabio que nos enseña las estrellas.
Las botellas continúan su camino con el permiso de los dioses. Ahora es el momento de su existir, para eso fueron creadas. Las siete botellas nacieron del Tepextate, la planta elegida, el viejo espíritu entre los agaves, un sabio que durante más de 30 años experimentó el universo para poder llegar a las manos de un verdadero alquimista, quien merece tenerlo.
La geometría sagrada de las siete botellas nos lleva al origen de la vida. Siete puntos, visión de Ramón Carrillo que obtiene de las ceremonias de la tradición wixárika y de su habilidad para manifestar los mensajes de los creadores. Ahora sabemos que, quien pruebe de este mezcal, llevará dentro de sí la bendición de los dioses.
FRENTE
El colibrí, Tutú kierie, regresaba del mundo divino (hacia donde se había dirigido para buscar el fuego, por orden de su hermano venado). La mítica ave procuró traer una brasa incandescente en su pico, pero no logró traerla al mundo terrenal. Tuvo que soltarla y enfriar su pico introduciéndolo en una flor, de la cual brotó un dulce néctar. Fue así como las flores se propagaron por los cuatro rumbos de nuestro mundo.
ABAJO
El mito del agua es recreado al brotar desde el suelo y hacia el maíz, dador de vida, sustento de los pueblos originarios. La serpiente debe proteger celosamente el agua, y recorre los valles de la sierra wixárika, guardándola de los espíritus malintencionados que intentan apoderarse de ella.
IZQUIERDA
El rito de la velación es una tradición sagrada que se ofrece al hermano venado. Se realiza por la noche, para obtener su abrigo en la oscuridad que nos lleva a otros mundos. La luz del abuelo fuego mantiene vivo el corazón del hombre.
CENTRO
La representación del agua en forma de lluvia da vida a todos los seres que de ella dependen. Tatei Haramara, el agua madre de los dioses, se convierte en Haima, la nube, para poder viajar por toda la tierra esparciendo su divino poder. Nadie está exento de su dominio y convive con el mundo oscuro, el mundo terrenal y el mundo de los dioses.
ATRÁS
El proceso ceremonial invocado mediante el canto del chamán se enfoca en solicitar la ayuda del venado, nuestro hermano mayor. Se le pide fervientemente que, con su poder, interceda por los hombres frente al resto de los dioses que, al ser superiores, requieren pruebas claras del respeto y el amor que sus hijos les prodigan.
DERECHA
Es la tierra sagrada del desierto, hogar del corazón del venado y el peyote, lugar de los viejos espíritus que aguardan la llegada de los que buscan la verdad. Es aquí donde el Sol cumple su promesa de renacer, y avanza desde la tierra árida hasta el final del atardecer, donde el calor y los espíritus oscuros protegen las entrañas de lo sagrado, del paso al otro mundo.
ARRIBA
El alacrán fue enviado por el Sol al mundo oscuro en una canastilla que le encomendó Comatemai, el zopilote. Curioso por instinto, el zopilote abrió la canastilla y el alacrán huyó al mundo terrenal. El venado pidió al Sol que perdonara al zopilote, y éste dijo que sólo el águila podría hacerlo, pues ella era la destinataria de la canastilla. Desde ese momento, el alacrán viviría en los campos de maíz.
Gracias, don Felipe Cortés, por tu pasión, por tu alquimia y por esperar pacientemente los años que requiere este sagrado Tepextate.
Gracias, Ramón Carrillo, por tu arte-artesanía, por tu visión y por ser nuestro guía en este mágico viaje.
Gracias, Jorge Meteoro, por compartir tu conocimiento de la tradición wixárika y la labor que haces por la comunidad huichol.
Por un Buen Viaje de regreso a los orígenes, respetando y amando las culturas de México.
En la presentación con el Chef Enrique Olvera.